Hace poco una persona me dijo que la migraña era amor contenido, amor sin cause. Dejé que mi mente se aquietara y sostuve la pregunta.
¿Cuándo se rompió tu corazón? ¿Dónde perdiste una partecita de tu alma?
Empezaron a venir imágenes, palabras en mis oídos que me habían marcado una y otra vez. Pero diez días después, entendí. Hay algo más decían, algo más profundo que lo que me estás contando. No sé dije, era real, no lo sabía.
Esta mañana me levanté llorando, un dolor inexplicable, algo desde adentro, como un grito silencioso saliendo de todo mi cuerpo. Y recordé, haber estado así de esa misma forma en mi cama, hecha un bollo, mientras lloraba sin entender, sin ganas de vivir.
Hoy 14/12, hace 4 años recibía un llamado que repetía las palabras “Anita no se despertó”.
Ese mismo día aprendí a desconectarme inconscientemente de la vida.
Ella tenía 23 años, muerte súbita. Era una de mis amigas de la facultad que tanto bien me había hecho en muy poco tiempo. Ella sin conocerme me abrió las puertas y me acercó a personas hermosas. Era su don, agrupar, acercar, unir jóvenes con iguales mambos facultativos, para que no nos sintiéramos tan solos.
Hablando con mi mentor ayer, le decía que los alumnos la mayoría de las veces sólo ven nuestra excelencia. Ven esa cara esplendida con labios pintados de rojo que aparece diciendo ¡Hola mis amores!
Y… ¿dónde entra el dolor en todo esto? Lo que no contamos, lo que no decimos, lo que está en sombra que a veces ni siquiera sabemos de nosotros mismos. A eso nos lo guardamos, lo saben unos pocos, con los que realmente nos sentimos seguros en nuestra vulnerabilidad.
Cuando recibí esa llamada, lo primero que dije fue ¿por qué no me tocó a mí? Miraba al cielo y decía porque ella, faltándole poco para recibirse, excelente en todo lo que hacía y yo tan imperfecta. Ese día y los siguientes fueron muy duros, no creía merecer vivir, creo que el desgano me acompañó todos estos años, la resignación junto con una angustia inexplicable y bueno, mis amigas las migrañas que hacen que ese dolor también se sienta físico, no solo emocional.
Difícilmente pueda decir que este dolor no es mío. “Sí que es mío”, y hoy me doy cuenta que puedo abrazarlo.
Ese mismo día, también era la fiesta para recibir mi título de Practitioner en PNL. Por eso es que amo lo que hago, amo la PNL, amo mis alumnos y amo la gente con la que trabajo. Porque durante estos 4 años abrazaron mi dolor y me enseñaron que hacer con él.
Siempre me sentí en deuda con ella, le prometí cuidar de los que quedaban y sólo sostuve tres de esas hermosas relaciones. Pero como la compasión empieza por casa, este fin de semana en las certificaciones de Master en PNL, me di cuenta que a través de ese dolor es que puedo acompañar a personas a que conecten con el suyo, a que vuelvan a enchufarse a la vida. De la manera en la que les salga, por más imperfectas que sean. Por el simple hecho de que yo pude salir de ahí, del pozo negro y cómodo en el que estaba.
Para mi estas fechas son difíciles, y a la vez desafiantes.
Aprendí que mi navidad son las personas que me acompañan. Esas que aparecieron de la nada a darme un poquito más de batería, esas que confiaron en mí, que no me juzgaron, esas que me la hicieron difícil también, esas de las que me alejé, porque ahora entiendo que cada uno guarda su dolor y que no me puedo ni siquiera imaginar qué tamaño tiene.
Por eso mi intensidad, por eso mis abrazos, porque no tuve un último abrazo con ella, no le pude decir lo feliz que estaba por su nueva relación, no tomé esa última cerveza ni preparé esa materia que nos habíamos prometido estudiar juntas.
Ese día una parte de mí ya no quiso vivir, aunque ese mismo día también hubo otra parte muy fuerte que dijo apuntemos ese dolor al mundo.
Cuando tengo una mentoría y conozco más de mis alumnos, cuando compartimos un mate en un break o cuando vienen de visita a Rosario y logramos hablar, me veo en cada uno de ellos, me reinician. Cualquiera diría que mi trabajo es cansador, es agotador, y sí, nadie lo entiende, ni yo. Pero es algo que amo: ¡HACER UPA!
Este último tiempo me animé a pedir ayuda, y aparecieron personas que me regalaban sus consultas, para sanar, para entender, para sostener. Sostener lo que hay, lo que es, lo que tenemos hoy. Una enfermedad, un amor sin expresar, una relación sin resolver, una pérdida, un sueño por cumplir. Todas gotas del mismo océano. Diferente tamaño, diferentes matices, pero el mismo fin de sanar, de que duela menos.
La migraña es así, lo pasas muy mal, sufrís mucho, pero no te mueres. No físicamente. Pero aprendes a dejar morir aquellas partes que ya no suman, aquellas relaciones que cumplieron un ciclo, junto con toda la desvalorización, la incapacidad y la falta de merecimiento que romanticé durante mucho tiempo.
Con cada estudio médico que salía impecable, me sentía un poquito más incomprendida, un poquito más loca.
Desde que un paciente identifica que puede padecer migraña hasta que recibe un diagnóstico correcto con el neurólogo pueden pasar ocho años. Ocho años, de los cuales la mitad pasas la mayor parte del tiempo de tu vida en la cama, con la luz apagada, con fotofobia, sonofobia, además de nauseas…
Una de cada cuatro personas que vive con migraña ha perdido su empleo. Siete de cada diez tienen dificultades para realizar su trabajo… Es un sufrimiento continuo, dice una investigación de España.
Yo les digo que mi trabajo y el contacto con las personas me devolvió la vida. Y si me preguntan qué quiero, quiero acortar distancias, acortar plazos. Y que esos ocho años sean sólo cinco para mí, y quien dice para alguien a quien pueda ayudar sean sólo dos o tres.
En el fondo soy como el cuento de la vasija agrietada. Pero ahora sí puedo ver las flores que fueron naciendo al costado del camino. Esas flores son mis amigos, mis amigas, esas flores son mis alumnos, mis maestros, mis mentores, son mis compañeros de trabajo, son mis hermanos y mi familia, y son también los que no me conocen y se sienten inspirados de solo leerme o escuchar un audio mío.
Yo soy alguien que quiere que no te duela ver, alguien que quiere que tu piel deje de quemarte y que finalmente puedas ser eso que realmente querés manifestar en el mundo.
Creo que, en cada clase que doy, en cada alumno que impulso, en cada lágrima que derramo y ayudo a derramar estoy limpiando. Limpiándome a mí y también limpiando a los que abrazo.
No sé cuál sea mi misión, quizás tenga que ver con custodiar sueños, ser navidad para otros, así como lo fueron para mí.
Hoy brindo por esas personas que también conocen la sombra detrás de mis estrategias de excelencia.
Brindo por la gente rara como yo, por los que no contamos toda la historia hasta que estamos listos.
Brindo por los abrazos, por la vida dándonos otra oportunidad de tomarla.
Hoy si la quiero, me honra decirlo.
Me quedo con la pasión, con la fuerza y la simpleza.
Si estás leyendo esto es porque tengo un pedacito de vos conmigo y cuando te cruzaste en mi vida también te modelé.
Gracias por leerme.
Sofía Marcomini
-Trainer en PNL-