Nov 01, 2022

Hay un antiguo dicho que versa: Antes de hablar, deja que tus palabras atraviesen estas tres puertas: ¿es verdad? ¿es útil? ¿es bueno?

La idea de este pequeño ensayo es hacer un análisis de este dicho desde la mirada del coaching ontológico y demostrar que estas simples palabras tienen mucho más que ver con esta disciplina de lo que parece a simple vista.

Como seres humanos, pensamos que lo que observamos es la realidad en sí misma. Recordemos que el mapa no es el territorio. Sabemos que hay una realidad externa a los observadores que acontece, independiente de que sea registrada o no. A esto lo llamamos territorio. El mapa es el constructo que creamos a partir de lo que percibimos e interpretamos de esa realidad. Nuestra percepción está limitada por nuestra biología condicionando lo registrado por nuestros sentidos. Por otro lado, la interpretación es el sentido que le damos a eso que percibimos. Vamos con un ejemplo. Supongamos que hay dos personas que a través de su sentido del olfato detectan un mismo fuerte olor a humo. El primero lo interpreta como el indicio de un posible incendio, y el segundo, como simple información, que a su vecino se le está quemando el asado. En el primero, se disparará la emoción de miedo y en el segundo, tal vez la sorpresa. Estas emociones, impulsarán a estas personas a la acción. Por lo tanto, la posible conducta en el primer caso será la de prepararse para un potencial peligro. En cambio, para el segundo, será un simple hecho anecdótico que, en pocos días, seguramente pasará al olvido.

Aunque el hecho es el mismo, el fuerte olor a humo, la interpretación particular de este acontecimiento configurará la “realidad” de cada uno.

Por medio de este ejemplo podemos observar que la realidad en sí misma es neutra y que la “realidad” de cada persona es la conjunción de los hechos y las interpretaciones que le pertenecen a esa persona en particular.

Ahora bien, desde el Coaching Ontológico decimos que cada una de estas personas tiene una mirada única y particular de ver, oír, percibir lo que está sucediendo y lo denominamos observador, a los hechos afirmaciones y a las interpretaciones, juicios.

Las afirmaciones se corresponden a los hechos objetivos en sí mismo que, a través de convenciones o consenso, son sostenidos por una comunidad durante un determinado período de tiempo. Debido a esto, llamamos perro al mamífero carnívoro que tiene ciertas características o nombramos como rojo al rango de luz visible que se encuentra entre determinadas longitudes de onda. Estas afirmaciones, pueden ser: verdaderas, falsas o indecisas. Verdaderas, cuando existe evidencia o testigos que las corroboren; falsas cuando éstas sean contrarias e indecisas cuando se deba esperar futuras cuestiones para corroborarlas, como por ejemplo: mañana va a llover. En este caso, deberemos esperar al día de mañana para poder confirmarla.

Por otro lado, los juicios son opiniones o interpretaciones. Estos, a diferencia de las afirmaciones, son totalmente subjetivos, pertenecen a la persona que los emite y dependiendo de su autoridad, pueden ser válidos o inválidos.

Debido a la relevancia de los juicios en la construcción de la “realidad”, vamos a proceder a reformular el dicho que nos congrega a la lectura de este ensayo, de la siguiente manera: Antes de emitir un juicio deja que atraviese estas tres puertas: ¿Es verdad? ¿Es útil? ¿Es bueno?

Ahora sí, estamos aprestos para empezar a explorar la pregunta de la primera puerta: ¿es verdad?

A raíz de esto, se nos dispara la primera incógnita. De qué hablamos cuando hablamos de verdad. Aunque parezca simple de entrada, el significado de este concepto ha variado a lo largo de la historia. A continuación, voy a nombrar sólo algunos ejemplos de ello. Los primeros filósofos griegos decían que la verdad, a la que llamaban Alétheia, existía y que a través del estudio de la Physys, la naturaleza, podrían llegar a alcanzarla. En la edad media, la Verdad no era otra cosa más que Dios. Luego apareció Nietzsche, y el concepto de verdad cambió para siempre, cuando nos dijo que: “No hay hechos, sólo hay interpretaciones”. Si quisiéramos analizarlo desde un punto de vista político, podemos citar a Foucault, que versa que la verdad es la impuesta por quien goza del poder. Y con esto aparecieron los relatos políticos, donde no es importante que cuenten una verdad, sino que sean lo suficientemente verosímiles como para ser tomados como la Verdad, por un grupo de personas a las cuales se intenta adoctrinar. Y con esto llegamos a la actualidad, donde aparece un nuevo término conocido como la posverdad, donde la verdad se convierte en la “verdad” que más se repite y de lo cual se alimentan las fake news.

Pero entonces, volviendo al ejemplo de los dos observadores y el fuerte olor a humo, para cada uno de ellos lo que interpretan es la verdad. Su “realidad” es esa y no otra. Es más, si agrupáramos todo ese conjunto de “realidades” particulares de un observador, constituiríamos el “universo”, su cosmovisión particular de ver y explicar el mundo.

Pero al utilizar la palabra universo, nos hallamos frente a una nueva dificultad. En su etimología la palabra universo, hace referencia a una única versión de las cosas. A raíz de esto, Maturana nos habla de que existen multiversos, distintas versiones de una misma realidad que le pertenecen a distintos observadores donde, para cada uno, su versión es la verdad.

Y ahora nos preguntamos, como podemos ponernos de acuerdo los distintos observadores si cada uno de nosotros tenemos la verdad, si nuestra versión de las cosas es la verdad y ésta es distinta a la de los demás. Y podemos seguir preguntándonos, ¿cómo podemos coordinar acciones con un otro que observa una “realidad” distinta a la mía? Y si seguimos profundizando, cuando vimos la importancia de los juicios en la construcción de la realidad, ¿qué acontece con las personas que viven de los juicios de los demás, o más complejo aún, los que poseen autoridad sobre nosotros y que a través de sus juicios toman decisiones que afectan a nuestras vidas?

En mi experiencia de acompañamiento a personas y llevando nuestro análisis al Life Coaching, he escuchado en muchas ocasiones “realidades” de los clientes que los condicionan. Asumen juicios como afirmaciones y desde ahí configuran sus vidas, confundiendo su “realidad” con la realidad misma.
Nuestra misión como clientes es la de desafiar constantemente estas “realidades” para que los clientes puedan tamizar su “universo” y obtengan un mejor mapa para el logro de sus objetivos.

Como vimos, las semillas de sus “realidades” están configuradas por la calidad de sus juicios, que surgen de las distintas historias personales, cultura, creencias, valores, y un largo etc. que a su vez, al ser un proceso recursivo condicionarán futuros juicios.

En resumen, cuando hablamos de verdad lo hacemos como una cualidad que se referencie, a cuan alineados están mis juicios con respecto a lo que experimento, pienso y siento.

Hasta aquí esta primera parte. En la segunda vamos a seguir analizando la importancia de los juicios a través de este dicho desde el Coaching Ontológico.

Lic. Cristian H. Perelló