Abordaje fenomenológico

Quienes han asistido a un taller de Constelaciones Familiares, o a una sesión individual, o simplemente al acceder a alguna descripción sobre este trabajo, escucharon que esta labor implica un abordaje fenomenológico. En otras palabras, para este enfoque, la fenomenología es muy importante. Ahora bien ¿qué es la fenomenología? Hellinger a lo largo de su obra describe de distintas maneras el abordaje fenomenológico, manifestando que está compuesto de diferentes etapas.

Tenemos que destacar, que esta actividad, es estrictamente práctica y vivencial, por un lado requiere de mucho entrenamiento y pericia, pero simultáneamente por otro lado, hay cierta dimensión de lo fenomenológico que puede acontecer como en situaciones muy cotidianas.

Cuando hablamos estrictamente de la técnica aplicada en este enfoque, el punto de partida es la suspensión del juicio, una descripción de lo que acontece en sí mismo, sin interpretación. En los talleres grupales de Constelaciones Familiares, los cuerpos son los protagonistas del movimiento y el acceso a distintos tipos de información, que tiene como punto de partida esta ausencia de juicio.

No se trata de un proceso meramente abstracto de la conciencia, sino de una vivencia de los cuerpos en su receptividad. Hay que tener en cuenta además, que esta faceta fenomenológica se acopla a una perspectiva sistémica, la cual describiremos en otra nota, y que complementa esta receptividad. Ya que, justamente toda la información que se hace manifiesta a través de esta práctica, se debe a que como individuos nos encontramos inmersos en diversos sistemas vinculares los cuales nos constituyen y complementan inconscientemente. En función de este tipo de relaciones, la dinámica vincular implica un tipo de abordaje mucho más abierto y complejo, que se actualiza una y otra vez en cada vivencia.

En una Constelación Familiar el rol de representante es la máxima expresión de esta dimensión fenomenológica. Hellinger llama bajo esta terminología, al individuo que es utilizado para ocupar un rol determinado en una constelación. En este sentido, no sólo se representan otros sujetos del sistema, sino que también se pueden ubicar roles para aspectos personales, por ejemplo: síntomas físicos, emociones, un empleo, una institución, entre otras múltiples posibilidades. Son los representantes que van mostrando a través de sus cuerpos información del inconsciente familiar al cual pertenece el consultante. No hay una intención ni información previa, sino más bien, una receptividad activa de quien representa. Una de las mayores complejidades presentes en su fenomenología, es dar cuenta de cómo es posible vivenciar una transferencia de información extremadamente precisa, como sucede en la representación. Al mismo tiempo, esta dificultad es uno de sus hallazgos más importante, ya que independientemente de la explicación que puede darse, el fenómeno acontece una y otra vez en las prácticas concretas de las Constelaciones Familiares.

Otro concepto que se vincula fuertemente, tanto con la fenomenología como con el abordaje sistémico, es la sincronicidad. Este concepto fue acuñado por Carl Jung, y lo utiliza para definir a la coincidencia de sentido entre estados psíquicos y físicos no ligados causalmente. De esta manera, Jung afirma que existe cierta simultaneidad entre dos sucesos vinculados pero no de forma causal (en sentido lineal y local). Esta conexión, en determinadas situaciones, genera una atracción que termina por crear circunstancias coincidentes, que tienen un valor específico para las personas que la viven, con un significado simbólico. En un taller de Constelaciones Familiares, esto es muy habitual, por ejemplo: Una persona decide trabajar la muerte temprana de un hermano menor en la familia, y al elegir representantes, justo la persona asignada tiene una hermana fallecida en un accidente de tránsito. Estas sincronías donde los consultantes al elegir representantes del grupo (personas que habitualmente son desconocidas), suele tener cierta precisión inconsciente en la asignación de roles, demostrando no sólo la sincronicidad que acontece fenomenológicamente, sino también la red sistémica que nos vincula, la información inconsciente que nos habita y direcciona aunque no podamos percibirlo conscientemente.

Es debido a todo esto, que el facilitador debe ejercitar esta práctica para poder acompañar aquello que se muestra desde un lugar neutral, así Hellinger distingue tres pasos: Primero la puesta entre paréntesis a todo lo que pueda saberse o suponerse sobre un tema, al cual llama vacío interno. Este vacío no es una nada, ni tampoco la simple ausencia de contenido, sino que representa una cualidad especial de la conciencia. Es una forma de apertura y contacto, con nosotros mismos y con el otro, abriéndonos a la sensibilidad, la empatía y la contemplación. En Oriente, tanto el budismo como el taoísmo, entienden la idea de vacío como posibilidad, no como pura nada. La nada es un concepto abstracto, mientras que el vacío tiene una dimensión vivencial.

Como segundo paso, es la falta de intención, generando así un estado de espera y no-actividad. Y como tercer momento, estar permeable hacia lo nuevo, que puede resultar completamente inesperado y creativo.

En una descripción diferente y que complementa la anterior, perfila aspectos sustanciales de esta metodología. Así, utiliza una conceptualización para establecer condiciones en las cuales, el abordaje fenomenológico acontece en su máxima expresión.

De esta forma define una tríada conceptual que completa un movimiento conjunto y mancomunado: la renuncia, el valor y la sintonía.

La primera se gestiona en la falta de intención. Cuando emerge una intención particular, puede transformarse en un obstáculo para el entendimiento, es decir, para la comprensión del fenómeno que acontece.

El segundo concepto complementa al anterior, refiere a ser intrépido ante lo que puede salir a la luz, sin el miedo a los juicios que puedan aparecer al afirmar lo que se percibe en el momento.

La tercera noción es posible gracias a las dos anteriores, sin intención y con valor, se abre un lugar hacia el reconocimiento de lo que aparece, así como aparece. La sintonía, no depende del tipo de información que se presenta, es por eso que se puede establecer contacto de la misma forma e intensidad, ya sea con la inocencia y la culpa, con la salud y la enfermedad, con la vida y la muerte.

Así observamos, que todos estos términos contienen un espacio que completa su significado en la dimensión vivencial. No son ideas abstractas que se articulan en un sentido lógico fijo, sino que perfilan un accionar, el cual en lugar de cerrarse en forma definitiva, abre nuevas posibilidades constantemente. Por eso muchas personas que participan de los talleres, luego de explicar la experiencia suelen decir “tienes que vivenciarlo para entenderlo”.

Así el pensar se retroalimenta con la vivencia y viceversa. Debido a todo esto, la fenomenología,  implica un tipo de verdad muy diferente a la concepción clásica que se tiene de ella. Una verdad fenomenológica, implica que ella se vuelve acontecimiento y culmina a través de la ejecución, no es algo que pueda generalizarse en forma absoluta.

Las Constelaciones Familiares tienen como base esta metodología, la cual posibilita la presencia de una serie de atributos que resultan sustanciales. La actitudno intencional, permite la manifestación de distintos tipos de información, físico-mental-emocional, los cuales en muchos casos, reflejan una estructura de funcionamiento bien definida del sistema que se muestra.

Como antes afirmamos, en el desarrollo de esta fenomenología, la espacialidad cobra una importancia mayúscula. A través de ella, el pasado vuelve a emerger y actualizarse en un presente particular. Incluso puede establecerse una analogía con la metodología ritual de diferentes culturas, donde en rondas de celebración, distintas personas representan fuerzas, ancestros, elementos de la naturaleza, etc. y a partir de dicha información, quienes realizan la danza ritual, van mostrando el vínculo entre esos roles y la comunidad. Por eso aquí, el espacio y los cuerpos sumergidos en él, posibilitan una dimensión cualitativa del tiempo, más precisamente del pasado de la persona que está realizando una configuración. Allí en ese presente surgen situaciones y dinámicas que pertenecen a la familia de esa persona, incluso de generaciones anteriores a ella.

Este desarrollo fenomenológico no implica desechar todo cada vez que un fenómeno se presente, y comenzar desde cero en las distintas representaciones. Al contrario, es a través de esta práctica, que se fue estructurando el abordaje respecto a ciertos mensajes físicos y emocionales, que en muchos casos resultan no verbales. De esta manera, gracias a la fenomenología, la sensibilidad física, emocional e intuitiva son los principales protagonistas, se vacían o se disponen a un no-hacer, dando lugar a que emerja información de una memoria familiar que resulta inconsciente.

De esta manera el espacio posibilita la presencia de un pasado que tiene una cualidad particular porque su manifestación da paso hacia lo nuevo.  Aquí el abordaje fenomenológico es la clave, y como podemos apreciar, se vincula con diferentes prácticas y aspectos filosóficos de oriente. Este nivel vivencial, no establece un a priori que limita las manifestaciones.  Más bien, el límite está dado, por aquello que pueda sentir el cuerpo, que, en su movimiento despliega la información no evidente que proyecta el inconsciente personal y familiar.

Teniendo en cuenta todo lo descrito hasta aquí, consideramos en las Constelaciones Familiares son una herramienta muy poderosa, especialmente a la hora de desentramar los nudos sistémicos presentes en los diversos conflictos vinculares que se manifiestan en la vida de las personas. De la misma manera, nos permite vivenciar sensiblemente nuestra pertenecía a una red diversa de relaciones que nos sostienen y permiten que nos desarrollemos en nuestro propio recorrido.

Lic. Facundo Fagioli

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